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Los cambios incorporados en la quinta edición del DSM (el DSM-5) han eliminado criterios diagnósticos utilizados desde hace décadas para el diagnóstico del autismo y de los trastornos asociados. Clasificado en un principio bajo el término “esquizofrenia infantil” en la primera edición de 1952, el concepto diagnóstico del autismo ha visto modificada su definición en cada nueva edición del DSM.
Definición del autismo
El
DSM-IV, publicado en 1994, definía el autismo y sus trastornos asociados como
“trastornos generalizados del desarrollo” (TGD). En el DSM-5, esta definición
ha sido sustituida por el término “trastornos del espectro autista” (TEA), que
han sido incluidos a su vez dentro de una categoría más amplia de “trastornos
del neurodesarrollo”.
Los subtipos del autismo
En
el DSM-IV, la categoría de los trastornos generalizados del desarrollo
comportan cinco subtipos de autismo: el trastorno autista, el síndrome de
Asperger, el trastorno desintegrativo infantil, el trastorno generalizado del
desarrollo no especificado (TGD no especificado) y el síndrome de Rett.
El
DSM-5 ha sustituido cuatro de estos subtipos (trastorno autista, síndrome de
Asperger, trastorno desintegrativo infantil y TGD no especificado) por la
categoría general “trastornos del espectro autista” (TEA). El síndrome de Rett
ya no forma parte de este sistema de clasificación. En lugar de hacer
distinción entre estos subtipos, la definición diagnóstica del DSM-5 especifica
tres niveles de gravedad en los síntomas, así como el nivel de apoyo necesario.
Síntomas clínicos
La
definición diagnóstica del autismo en el DSM-IV se caracterizaba por 3 síntomas
de base (tríada):
a. deficiencias en la reciprocidad
social
b. deficiencias en el lenguaje o en la
comunicación
c. repertorio de intereses y
actividades restringido y repetitivo.
En
el DSM-5, sólo quedan dos categorías de síntomas:
a. “deficiencias en la comunicación
social” (los problemas sociales y de comunicación se combinan)
b. “comportamientos restringidos y
repetitivos”.
Las
categorías de síntomas “deficiencias en la comunicación social” y
“comportamientos restringidos y repetitivos” recogen los mismos elementos que
en el DSM-IV, a excepción de dos cambios importantes:
a. Las “deficiencias o retraso en el
leguaje” ya no se incluyen en esta categoría de síntomas del DSM-5.
b. El síntoma clínico “sensibilidad inusual
a los estímulos sensoriales”, que no aparecía en el DSM-IV, se incorpora ahora
a la categoría “comportamientos repetitivos”.
Aparición del autismo
Otro
cambio es la sustitución del criterio diagnóstico del DSM-IV que indica que los
síntomas del autismo debían aparecer antes de los 36 meses de edad por la
siguiente definición, más “abierta”: “Los síntomas deben estar presentes desde
la infancia temprana, aunque pueden no manifestarse plenamente hasta que la
limitación de las capacidades impide la respuesta a las exigencias sociales”.
Diagnóstico diferencial
El
DSM-5 introduce una nueva etiqueta diagnóstica dentro de la categoría
“deficiencias en el lenguaje”: “los trastornos de la comunicación social”. Los
criterios diagnósticos de esta subcategoría solapan en parte con los del TEA;
de modo que los niños diagnosticados con un trastorno de la comunicación social
tienen una “deficiencia pragmática”, así como un problema de “utilización
social de la comunicación verbal y no verbal”. Sin embargo, la presencia
adicional de intereses obsesivos y de comportamientos repetitivos excluye la
posibilidad de un diagnóstico de trastorno de la comunicación social. Por lo
tanto, la presencia de comportamientos repetitivos es esencial en el
establecimiento de un diagnóstico diferencial de autismo.
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